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I (Primera noticia de Odín)




Palabras de doncella nadie ha de crecer,
ni tampoco de casada;
pues en rueda giratoria su corazón se creó,
con la inconstancia en el pecho.

El arco que se quiebra, la llama que arde,
el lobo que aúlla, el cuervo que grazna,
el cerdo que gruñe, el árbol sin raíces,
a ola que crece, la olla que cuece,

el dardo que vuela, la onda que cae,
el hielo de una noche, la serpiente enroscada,
la charla en cama con mujer, o la espada rota,
el juego del oso o un hijo del rey,

el cordero enfermo, el esclavo voluntario,
buenas palabras de völva, el cadáver reciente,

el campo recién sembrado: que en eso nadie crea,
ni muy pronto en el hijo;
decide en el campo el tiempo y en e hijo la razón,
son dos cosas peligrosas.

El asesino del hermano, si en el camino lo hallamos,
la casa a medias quemada, el caballo muy veloz
- de nada sirve corcel con la pata quebrada-,
nunca confíe tanto el hombre que en todas las cosas crea.

Pues la paz con las mujeres que hablan con falsedad
es montar corcel sin bridas sobre hielo resbalante,
caballo alegre y aún joven, todavía mal domado,
o bogar con viento en popa en un buque sin timón,
o refrenar con la mano un reno en talud mojado.

Con claridad hablo pues sé bien las dos cosas:
muda el hombre su humor con la dama,
las más bellas palabras decimos sin pensarlas,
se engaña así el juicio del sabio.

Bellamente hablará y ofrecerá riquezas
quien quiera amor de dama,
alabará el cuerpo de la clara muchacha,
recibe amor quien ama.

Reprochar el amor nadie debería
a otro, jamás;
conmueven al sabio, no conmueven al necio,
los rostros del amable color.
Nunca nadie debe a otro reprochar
lo que a tantos sucede;
en tonto al sabio, así vuelve a los hombres
el ardiente deseo.

El espíritu sabe qué hay junto al corazón,
solo está con su amor;
no hay peor dolencia para el hombre sabio
que el estar contento consigo.

Bien lo comprobé allí en los juncares
esperando a mi amor;
carne y corazón me era la sabia doncella,
aunque aún no la tenía.

La virgen de Billing encontré en el lecho,
clara como el sol, durmiendo;
placeres de príncipe pensé que no habría
si no era gozar aquel cuerpo.

“Y al atardecer vendrás, Odín,
para hablar con la muchacha;
malo será el hado a menos que acordemos
lo que hemos de hacer.”

Renuncié entonces - me creía amado-
a mi cierto deseo;
pues pensaba que podría tener
su amor y su gracia.

Así llegue entonces cuando estaban despiertos
los valiosos guerreros todos;
con luces ardientes y hachas encendidas
supe así la peligrosa senda.

Y en la madrugada cuando allí volví
dormían en la casa;
una perra sólo hallé, de la buena mujer,
atada a su cama.

Muchas buenas mozas, si se observa bien,
son falsas con el hombre;
así lo comprobé cuando yo quise
conquistar a la insidiosa;
todas las desgracias me causó la sabia hembra,
nada logré de la dama.

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